La enfermedad/salud es una dupla de un mismo proceso: la vida humana. La salud sería un valor positivo, pero además un derecho social básico y se enlazaría con un estado de bienestar, mientras que la enfermedad se consideraría un antivalor, la negación de la salud y el mal contra el cual el ser humano habría luchado siempre, escribe Nelly García Gavidia, en su libro El arte de curar en el culto a María Lionza, del año 1996. Este binomio se encontraría frecuentemente unido al comportamiento moral y religioso.

Según García Gavidia, en casi todas las manifestaciones religiosas, la salud representaría un don de la/s divinidad/es y se relaciona con el bienestar biosocioafectivo. En cambio, la enfermedad posee varias representaciones sociales, una de ellas cuando se considera como una agresión (podría ser  de un virus, microbios, bacterias, o fuerzas sobrenaturales) y dicho ataque sería causado por una fuerza externa sobre el individuo (considerado víctima).

La profesora García Gavidia indica que la enfermedad, en este tipo de explicación, estaría inscrita en la “lógica de la desgracia” que invade al sujeto y hay que expulsar (o exorcizar); o, una segunda acepción, la enfermedad sería una señal de elección divina o revelación de un mensaje sagrado que habría que escuchar.

Una tercera representación sería que la enfermedad se podría interpretar como un signo de pecado y, por tanto, debería asumirse el peso (castigo) de la transgresión, agrega. En todos estos casos, hay mecanismos para lograr la salud –espiritual o corporal– y estos ayudan a “curar”, “liberar”, “salvar” de la desgracia. “Es en este sentido que puede afirmarse que todas las religiones son religiones de salvación”, dice García Gavidia.

La enfermedad, por tanto, sería el campo donde se enfrentan la “fuerzas” (“energías”), mientras que la “materia” (médium) sería la persona capaz de manipularlas, combatirlas, de dominarlas, escribe García Gavidia en su libro. Enfatiza que los mecanismos para reorientar las fuerzas espirituales serían los rituales.

Esta autora analiza que, al Venezuela pasar de ser una economía con un modelo agroexportador a una economía de un modelo minero-exportador (petrolero), hubo cambios en una sociedad de estructura rural, con relaciones de filiación, a una sociedad capitalista, con relaciones de competencia que estimulan el progreso individual y no el grupal.

En este contexto, refiere García Gavidia, las personas curanderas de María Lionza de las zonas rurales, dedicadas a los “encantamientos” y “culebrilla”, pasaron a competir con las personas curanderas urbanas, quienes empezaron a curar enfermedades más terrenales, como el cáncer, la artritis, el asma, entre otras, aún cuando su origen siga siendo sobrehumano.

Frente a esta explicación, consideramos valioso aplicar estas reflexiones de García Gavidia, además de los dos principios que fundamentan la magia, descritos por el antropólogo escosés James Frazer en su libro La rama dorada, publicado originalmente en el año 1890. Si bien Frazer se ha considerado un teórico del evolucionismo unilineal, ya que concluyó que la “edad de la magia” era un estadio anterior a la “edad de la ciencia y la religión”, tuvo el atino de hacer la comparación entre magia y ciencia. Estos principios que él expuso aún permiten explicar algunos fenómenos socioculturales, incluyendo los siguientes dos casos descritos por un par de curanderas de la manifestación religiosa de María Lionza.

 

Ritual para tratar a una persona infartada

La curandera de María Lionza, Nairobi Rivero Ochoa, nos recibió en su parcela en el sector El Peñón-Marín, en el municipio San Felipe, del estado Yaracuy. Y, dentro de la ilustrativa conversación, describió el ritual que ella hacía para tratar a personas que han sufrido un infarto y han sobrevivido, o tienen afecciones cardíacas.

“Nosotros limpiamos primero el cuerpo, porque si cargas un infarto quiere decir que tu sangre está saturada de ciertas toxinas que son malas”, explicó. Esto traduce que, de las cuatro aurículas del corazón que deben estar abiertas, “hay una que es insuficiente si tienes un problema con el infarto. Cuando haces el cargue de la sangre, cuando sube la sangre, y cuando haces el descargue, quiere decir que uno de esas aurículas está mal, que tu músculo llamado corazón puede recibir un impacto de mucha sangre”, nos dijo.

El objetivo del ritual de sanación sería que, cuando se haga la carga y descarga de la sangre en el corazón, la sangre sea más liviana, “que abra el canal para que tu mismo cuerpo diga cuál es la forma que se va a curar”, añadió.

Luego, Rivero Ochoa nos fue describiendo el ritual: “Yo busco el corazón de res y busco un hígado de res, fortalezco ese corazón con ese corazón de res. Yo hago un ritual donde te acuesto, te pongo tu corazón de res para que fortalezca el tuyo, es como hacer una alquimia: es pasar en la transformación del corazón de res a tu corazón para que selle cualquier grieta que se esté haciendo, formando”, detalló.

También ella va colocando el hígado en la persona, “porque el hígado es el órgano que se encarga de purificar toda la grasa que va en tu torrente sanguíneo. ¿Cuál es el otro órgano, aparte del corazón, que tú tienes que tener limpio? Se llama el hígado”, explicó la curandera Rivero Ochoa. Luego, va limpiando los otros filtros del cuerpo humano: el riñón y el páncreas. El riñón “va a purificar lo que hace el hígado, el riñón termina el trabajo, bota todo lo que es toxinas malas”, expuso. La limpieza del corazón, hígado, riñón y páncreas garantiza la buena salud, concluyó.

 

Tratamiento en contra de un “mal echado” para evitar la muerte 

La curandera de María Lionza, Maglys Rojas, vive en Nirgua. Nos recibió en su humilde altar, ubicado a un lado de su casa. En un lenguaje sencillo, nos describió el caso de una mujer a quien le habían “echado un mal” para matarla. Rojas indicó que, así como había personas que trabajaban por lo bueno para curar, había otras que trabajaban por lo malo.

Nos contó que la joven llegó a su casa sumamente delgada, “flaquita”. “Ella izque orinaba y botaba una jediondez. Fui y le dije: cómprate unas velas, unos tabacos y yo te hago el trabajo, no te lo voy a cobrar”, le solicitó a la paciente. “Tenga fe y usted verá, eso fue todo lo que yo le dije. A partir de ahora tú te vas a curar. Y así fue”.

Cuando llegó con los materiales, empezó a despojar a la paciente, le hizo una velación y unas tomas para purgarla en varias sesiones. “Le habían hecho un mal para que ella se muriera jedionda… es una muchacha que tiene cuerpo, lo perdió y ahorita lo recuperó”, narró. Los médicos no lograban descubrir qué afección tenía, porque en ningún examen se revelaba el mal. En el tabaco pudo “leer” que un médico le mandaría a repetir los exámenes y ahí le saldría la causa de la enfermedad para el tratamiento adecuado.

“Empecé a curarla, a curarla… hasta ahorita. Ella no me puede ver, porque me abraza, me besa… ‘Bendición’, me dice. ‘Dios te cuide’, porque a nadie se le niega la bendición. Ella llegó y se curó de lo que tenía. Empezamos a hacerle los remedios, a hacerle purgantes,… ya la muchacha está lista”, relató Rojas la forma en como ella exterminó el mal.

La causa de la enfermedad era que “le habían echado algo en la comida y todo lo que ella se iba comiendo se ponía así: flaquita”, explicó Rojas los orígenes del “mal puesto”. 

 

Principios de la magia y la relación comida-cuerpo-magia

En estos dos casos, los males eran más terrenales, como indica Nelly García Gavidia: infarto y un trastorno alimentario. Ambas curanderas intercedieron, los trataron con rituales de sanación y, si bien en el primer hecho la causa no era sobrenatural, ambas trabajaron lo sobrehumano para dominar el mal y sanar.

La primera limpió los filtros del cuerpo y despejó las aurículas del corazón. La segunda usó la intermediación espiritual para, primero, despejar el “mal echado” que no permitía diagnosticar la enfermedad desde la medicina alopática y, segundo, limpiar el cuerpo.

Frazer habla de leyes de la magia simpatética o simpática, que es aquella que se rige por la ley de simpatía, como explicaremos en ambos tratamientos. Dentro de este tipo de magia, existe a su vez una clasificación: la magia imitativa y la magia contaminante. “Ambas establecen que las cosas se actúan recíprocamente a distancia mediante una atracción secreta, una simpatía oculta”, escribe, y dicha transmisión se da por intermedio de un “éter invisible”, principio que considera semejante a la ciencia moderna de su época (cómo las cosas se pueden afectar entre sí a través de un espacio que parece estar vacío).

En el primer caso, se aplicó la ley de semejanza, usada en la magia imitativa u homeopática. En este caso, se asociaron las ideas por semejanza con el siguiente principio: lo semejante produce lo semejante, o los efectos se asemejan a sus causas. La maga Rivero Ochoa dedujo que, al colocar un corazón y un hígado sano y fuerte de una res (ganado vacuno) en el ritual, podía producir el efecto que deseeba sin más que imitarlo (que la fuerza del corazón e hígado del animal pasen al paciente), como concluye Frazer. Las leyes de su arte, por tanto, son las leyes de la naturaleza, indica Frazer.

En el segundo caso, se aplicó la ley del contacto o contagio de la magia contaminante o contagiosa. Al transmitirse el “mal echado” por la comida, se produjo el contagio, es decir, la asociación de ideas por contigüidad, dice Frazer.

El principio de este tipo de magia es, según este autor: “Que las cosas que una vez que estuvieron en contacto se actúan recíprocamente a distancia, aún después de haber sido cortado todo contacto físico”. Frazer indica que todo lo que se haga con ese objeto material (sean pelos, uñas, un muñeco, ropa sudada, comida, etc.), afectará de igual modo a la persona con quien este objeto estuvo en contacto, haya formado o no parte de su propio cuerpo.

Sin embargo, en este segundo caso en particular se asocia con otra idea de la magia, que también consiguió en una zona de Colombia Ana Lorena Ramos Córdova, en su artículo “‘Hacer de comer’ y brujería en una población rural en Boyacá: ‘la enfermedad postiza’”, publicado en la revista Maguaré número 2, volumen 25, del año 211: estudiar la envidia como una categoría fundamental en la experiencia social, vinculada a la destrucción de la persona a través de una enfermedad postiza por brujería. Entonces, la autora plantea una relación entre salud-enfermedad y cocina: el “hacer comer” ambivalente, que permite nutrirse, pero también destruir el cuerpo.

En el segundo caso planteado, la comida tenía un “mal”, estaba “preparada” por una persona enemiga o alguien que ésta contrató para que lo hiciera, y, al consumirla, la muchacha se contagió de ese mal. La labor de la maga Rojas fue cortar ese contacto y limpiar el cuerpo.

La magia se usa para hacer el bien y para hacer el mal, explica Frazer. En el primer caso habla de magia positiva o hechicería, la cual dicta preceptos positivos (encantamientos) para producir el efecto que se desea, en ambos casos, la curación de pacientes. Cuando se usa para dañar, se habla de magia negativa o tabú, por lo que se dictan preceptos negativos o prohibiciones (tabúes) para evitar el suceso que se teme. En el segundo caso, se observa la magia negativa y el tabú sería: no comerle a todo el mundo. (Texto: Annel Mejías Guiza).